Luis Fernando Escalona


BLOG

Los de abajo, de Mariano Azuela

La ambigüedad de la revolución. Esa es la sensación final que me ha dejado la novela, una historia que narra las andanzas de Demetrio Macías y sus compañeros de lucha. El estilo breve y conciso de la narrativa me recuerda por momentos a Faulkner, cuando hace hablar a los personajes con palabras precisas del lugar o la época; y a Hemingway, con su obra Por quién doblan las campanas. No pude evitar remitirme de pronto a las montañas, a un grupo de guerreros en una misión peligrosa, a las balas arrebatando a los amigos, al cumplir del deber hasta que los ojos miren hacia la nada.

Por momentos pensaba en El Zarco. Pero a diferencia de Altamirano, cuyo estilo raya en lo cursi, con la molesta intromisión directa y constante del narrador hacia el lector, Azuela es pulcro y preciso en sus descripciones que, por el contrario, tocan sutilmente la descripción poética de las cosas: nos hace oler el entorno de libros viejos y nos permite escuchar a las balas como granizo..

Mucha de la acción avanza gracias a los diálogos entre los personajes. Lo que no se dice en sus voces genera intriga y desconcierto. Se respira la traición y la incertidumbre como si uno estuviese cabalgando al compás de Macías y de sus seguidores.

La idea romántica de la revolución y del revolucionario se rompen cuando el autor nos muestra las crueldades que estos hombres eran capaces de generar en las personas inocentes; quizá muy similar a las generadas por los federales: o estás de un lado o estás del otro; estar en medio es como andar muerto por la sierra.

Y no es para menos. El retrato vivo de la época es conciso y peculiar. No se alcanza a divisar dónde termina la ficción o qué tanto está documentado en cosas verídicas y qué otras cosas son historias de oídas o de chisme entre pueblerinos. Todo parece ser una imagen fiel del momento que, a pesar de estar ubicado en el pasado, podemos sentirlo como si fuera nuestro presente. Podemos sentir aprecio en momentos por Demetrio y los demás, pero también un tanto de rechazo y desprecio cuando se manchan las manos de sangre inocente nomás porque pueden. La crueldad en sus actos y en sus palabras son las que ocasionan esta ambigüedad y hace que se pierda la idea noble de una lucha por el bienestar de la mayoría. Pues ellos mismos, ya en su cabalgata final, se preguntan si en verdad ha valido la pena luchar y, peor aún, por qué siguen luchando si ya terminó la revuelta.

En esa desazón es donde está la belleza de esta obra, que vale la pena relacionar con las precisiones de novela histórica, pues es el sitio donde se puede clasificar.

En estas novelas se cuentan conflictos bélicos narrados a través de la ficción, donde los autores dan su perspectiva. Se basan en hechos históricos reales, aunque sus personajes sean ficticios. Dicho sea de paso, no hay datos que nos aseguren la existencia del Demetrio Macías que el autor nos muestra en su libro, por ejemplo. Además, se recrean las costumbres y la manera de hablar.

La Historia oficial es reconocida, pero existen versiones que dependen de quien las contó o de quien la vivió. A raíz de esto, se generaron dos tipos de novela histórica, según la teoría del alemán Kurt Spang, las cuales obedecen a los nombres de ilusionista y antiilusionista.

En la primera, el autor expresa su perspectiva sobre un hecho o personaje, lo que hubiera querido que sucediera. Hay una verdad opuesta a la trama de la novela y su estructura es fiel a la cronología histórica, que hace precisamente complicado diferenciar los hechos verdaderos de los ficticios. En sentido estricto, corresponde a la novela histórica clásica, de la época romántica.

En la novela antiilusionista, se juega con alternar entre sucesos ficticios y reales, pero se le da más notoriedad a los últimos. Su importancia radica en la forma y no en el contenido. No hay un orden cronológico, lo que hace que se pierda la continuidad y no se olvide el hecho de estar frente a una ficción. Por ejemplo, las novelas como Noticias del imperio, de Fernando de Paso; Yo el supremo, de Augusto Roa Bastos; o El gran solitario de palacio, de René Avilés Fabila.

Me atrevería a clasificar la novela de Azuela en el primer tipo propuesto por Spang, pero considero que lo importante era contar la historia y no perderse en las características que definieran a un género, mismas que no vienen de un autor sino de la crítica y del análisis posterior.

Lo interesante a resaltar es que la novela cubre las necesidades para acomodarse junto a las novelas históricas que han plasmado la búsqueda de la identidad desde la tradición y el punto de vista, no de un héroe absoluto, sino de alguien que tuvo que involucrarse con acontecimientos terribles, porque la crueldad y la injusticia tocaron a su puerta y a la de su gente, sumado al hecho de hacernos reflexionar sobre este doble discurso interno de la historia, vulgarmente dicho, los pros y contras de los revolucionarios, al menos los retratados en la obra, objeto de este escrito.

No deja de abrumar la verdad de que esa injusticia y división social no fueron solucionadas con la revolución. Es más, se acentúa la terrible certeza de que ese, precisamente, es el fracaso del movimiento. ¿Y qué nos queda a partir de ahí como sociedad, como creadores de las letras y analistas de la cultura? A veces, el vacío y la sierra desolada. Otras tantas, quizá, un deseo de convertir la revolución de las armas en algo intelectual y poético, eso que toca al espíritu humano y alcanza lo inmortal.

Bibliografía:

• Azuela, Mariano. Los de abajo. Archivo PDF.

• Folleto Etapas de la novela histórica latinoamericana. Anáhuac online, 2020.

• Folleto Etapas de la novela histórica latinoamericana, principales obras y autores. Anáhuac online, 2020.

• Folleto La novela histórica desde la crítica. Anáhuac online, 2020.

• Material didáctico Orígenes de la novela histórica latinoamericana, ideal literario y características. Anáhuac online, 2020.